Llegó la hora. No se crean, me he resistido hasta no poder más. Pero entre que alguien me dijo la semana pasada que solo escribía de series americanas y que se confirmó mi teoría aprendida de que cada uno puede cambiar de todo excepto de equipo de fútbol, pues me he lanzado a hacerlo.
Esta serie cuenta ya con 18 temporadas en antena para convertirse en la más longeva de la historia de la televisión española. Y lo mejor de todo, para sus productores claro, es que se mantiene en el top de audiencias. Así, en el último capitulo de esta temporada, reunió a más de cinco millones de españoles frente al televisor. Y todo, contando los dramas de una familia que toda España ha visto crecer, madurar, envejecer, vivir, errar, fallar e incluso morir.
¿Quién no se siente como su propia abuela a Herminia?. ¿Quién no ha cometido los mismos errores que Carlos desde su infancia a su madurez?. ¿Quién no le prestaría una pizca de suerte a Antonio?. ¿O a quién no le recuerda Mercedes a su madre?. Efectivamente, hablo de esa serie que parece infinita, que llegará un día en el que el argumento llegue a nuestros días y no tenga razón de ser. Es Cuéntame, una serie española que hace nuestros los dramas y las alegrías, los sinsabores y los logros. Pero señores guionistas, por lo que más crean, dejen a esa familia vivir tranquilamente una temporada, hagan el favor.
Todos son conscientes, siendo espectadores de la serie o no, de que Cuéntame como pasó narra las vivencias de una familia modesta de Madrid desde 1968, casi nada. Los protagonistas viven, luchan y superan los caprichos del destino. Por ejemplo, a Ímanol Arias le han salido tantas canas por los disgustos de su personaje Antonio que debo pedir un premio a la persistencia para ese hombre. O Mercedes, una mujer adelantada a su tiempo que estudia y se hace cargo de la familia, demostrando que ellas son las que llevan los pantalones en una familia. O los hijos y los millones de problemas en los que se meten, desde la adicción a las drogas de Inés; la amenaza terrorista a Toni o un a Carlos al que deben pitarle los oídos por todos los “chico ten cuidao” que han gritado los españoles a la televisión. Y a Herminia. Ay, esa Herminia. Para mí, el mejor personaje de todos. Y creo, al que más cariño tiene la audiencia, de largo.
Quiero centrarme, con permiso de ustedes, en los dos últimos capítulos de esta temporada. Deben ser de los que más lagrimones han surcado las mejillas españolas. Primero, con la muerte del personaje interpretado por Juan Echanove. Era un secreto a voces, porque el actor ya lo había dejado entrever en redes sociales al no ser renovado por la productora. Pero coño, vaya dramón. Primero, le secuestran a la hija. Que eso ya debe ser para quedarte en el sitio. Y cuando la encuentra, pum. El corazón dice basta. Y se muere en una roca en mitad de La Mancha. Los pañuelos a tope. Y en el entierro, Antonio se despide de su hermano por Miguel Hernández y su “Tanto dolor se agrupa en mi costado, / que por doler me duele hasta el aliento. / Un manotazo duro, un golpe helado,/ un hachazo invisible y homicida, / un empujón brutal te ha derribado”. Y lanzan sus cenizas al estadio Vicente Calderón, porque claro, Miguel era del Atleti y eso no lo pueden entender, el sentimiento es el sentimiento.
Y vamos con el último. Todo parecía bonito, esperanzado, estos guionistas no harán llorar otra vez, que ya se pesaron en el pasado capitulo. No ni ná, la triple negación más grande del universo. Serán… Me callo, porque esto es pasarse. ¡Qué tensión amigos, qué final!. Yo creo que Karina le dirá que si se quiere casar con Carlos. Uy, perdón por hacer spoiler. ¿Qué le vamos a hacer?
En fin, puede ser que Cuéntame sea lo más rancio de nuestro país. Pero lo que es cierto es que engancha a la complicada audiencia española. Y qué quieren que les diga, a mí me gusta. Porque la vida es eso, vivir. Hay que vivirla, con sus dramas, con sus alegrías y con sus llantos. Porque los Alcántara puede ser cualquier familia que intenta salir adelante, que tiene roces, crisis, desgracias y unos instantes de felicidad que valen por todo.
Porque a todos nosotros les gusta que le digan algo parecido a “Llévame por calles de hiel y amargura, / pónme ligaduras y hasta escúpeme,/ échame en los ojos un puñao de arena, / mátame de pena, / pero quiéreme”. Y Cuéntame lo consigue. Y tú. Sonrían. Sean felices.