Un Tranvía llamado deseo

​Por Miguel Segovia.
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Un tranvía llamado Deseo, una de las obras más importantes de la literatura estadounidense, cuenta la historia, por una parte, de Blanche DuBois, una madura dama sureña con delirios de grandeza, presumida, altanera y desequilibrada y refugiada en un mundo inventado, y, por otra, de Stanley Kowalski, su rudo cuñado (Marlon Brando en la película), marido de su hermana Stella. Película que muestra, sin ningún tipo de anestesia, un tenso y apasionante ejercicio de sinsabores y verdades escupidas a la cara.

Como en la obra de teatro de Tennessee Willians, al levantarse el telón, la escena está en la oscuridad. Se oye la música que ejecuta una pequeña orquesta de jazz. La escena se ilumina lentamente, mostrando las dos habitaciones del apartamento de los Kowalski en el barrio francés de Nueva Orleáns, que bien podrían ser las de la alcaldía del Ayuntamiento de Jaén en el barrio jaenero de la Catedral.


Lo escuchaba hace unos días en los informativos de Antena 3 y presté mucha atención: El tranvía de Zaragoza se une a otros ejemplos de despilfarro en obras públicas. Sin embargo, el de Jaén ni lo mencionaron. Ya no es ni tranvía, es un aparcamiento lineal en el centro de la ciudad que le viene fenomenal a los padres para dejar a los niños cerca del colegio. Y comparo los de Zaragoza y Jaén porque sus inicios, sus obras y su puesta en funcionamiento fueron paralelos.

Ambos fueron inaugurados en el año 2011, aunque el de Jaén tan sólo por unos días. Fue precioso. Solo faltaron los bocadillos y los canapés para merendar mientras se paseaban gratis. Para arriba, para abajo, otra vez para arriba y otra vez para abajo. Ni se bajaban Esa fue la consigna socialista a sus militantes por mensajes de móvil, especialmente a los jubilados: “¡Que vean que está lleno!”, “¡Todos al tranvía!”.



Y no solo sus comienzos fueron análogos, sino también el “proceso administrativo” gestionado por los alcaldes socialistas. El Tribunal de Cuentas apunta que el tranvía de Zaragoza costó 400 millones de euros, a pesar de que todos los estudios técnicos ponían su viabilidad en tela de juicio. Por su parte, el de Jaén costó, que se sepa, 120 millones de euros, y ni siquiera funciona. Su proyecto de ejecución, que constaba de 2.018 folios (tuve la obligación de leerlo como concejal en la oposición), así como su Memoria, apuntaban que no era en absoluto ni viable ni rentable, con párrafos lapidarios como, por ejemplo, “(…) como se prevé una baja utilización, se opta por los vagones de menor capacidad”, o “en el supuesto de que la población atendida fuera aquella que se encuentre a menos de 500 metros, sólo se estaría dando cobertura al 37,5 % de la población”.

De los desmedidos 120 millones de euros a los que ascendió su coste, el 20% procedían de financiación púbica, a diferencia del escenario aragonés, donde el tranvía fue financiado, en un 80%, por fondos privados provenientes de una Unión Temporal de Empresas (UTE) conformada por las entidades CAF, Acciona, FCC, IberCaja y otras, y tan solo el 20% se obtuvo de las arcas públicas.


En cuanto a la construcción de los vagones, estaba pensado que fuera CAF (instalada en Santana Motor) la que los construyera “cuasi a dedo”, y así dar carga de trabajo a la factoría. Sin embargo, tras nuestras denuncias dieron marcha atrás. Denunciamos graves incumplimientos de la normativa de Contratos del Sector Público y de prácticas que no resultan conformes a los principios de publicidad, transparencia y objetividad, principios rectores de la contratación pública. Cuando se echó el freno, la reunión del alcalde de Linares en las dependencias de la alcaldía de Jaén tuvo que ser de órdago. Se escuchaba desde la Pilarica, no la de Zaragoza, sino la de La Carrera. Al final, se adjudicó la construcción de los mismos a una empresa francesa, que ni los fabricó, puesto que optaron por comprárselos a la Comunidad de Madrid, por lo que los franceses le pintaron el lagarto, los empaquetaron, les pusieron el lazo y los enviaron para Jaén.


Pero su anunciado déficit no se limitaba solo a la inversión inicial para la construcción de las infraestructuras viarias y los vagones, sino que la explotación del tranvía, esto es, el servicio de transporte que iba a ofrecer, conllevaba más gastos que ingresos, al no poder elevar el precio individual del billete por el reducido recorrido que cubría. Y nunca fue consensuado con Castillo, la empresa concesionaria de Autobuses Urbanos, que mucho tenía que decir al respecto.


Desde la oposición en el Ayuntamiento de Jaén, nos cansamos de denunciar el disparate que se estaba cometiendo. Abrir en canal una ciudad y destrozar avenidas recién construidas tan solo para satisfacer el capricho de algunos fue y será siempre una conducta reprochable al Partido Socialista de Jaén. Quizás fue el coste impuesto por el socio para conseguir la alcaldía que no le habían dado los ciudadanos. Como en la obra, al final Blanche pronuncia la frase más recordada del personaje: "Siempre he dependido de la amabilidad de los extraños", con lo que rememora todos los engaños que había sufrido al intentar que algún hombre la rescatase.


Y de igual forma el teatro concluye con Stella sollozando por la marcha de su hermana, y así nos sentimos también los jaeneros, llorando por una herida abierta en el corazón de nuestra ciudad de difícil cicatrización.


No solo el tranvía ha herido nuestra riqueza como ciudad, sino muchas otras actuaciones que, quizás, algún día contaré, pero no por el momento. Como dicen los letrados, hay cosas que aún no han prescrito, políticamente hablando.


Seguimos en Jaén, a 12 de Febrero del 2017, y ya sabéis el lema de mis artículos de opinión y de mi quehacer diario “Pienso, luego estorbo”.